Plaza Central // Curársela


Resumen:

Después del debate del domingo, la realidad es que no se dio el golpe espectacular esperado por la oposición, ni tampoco el repentino avance demoledor que alguna vez lo dio Diego Fernández de Cevallos en el debate con Cuauhtémoc Cárdenas y Ernesto Zedillo, pero bueno, ese fue un debate presidencial, y en el Debate Chilango, el más raspado fue Santiago Taboada.

Transcripción:

PLAZA HERNÁNDEZ

Curársela

Después del debate del domingo, la realidad es que no se dio el golpe espectacular esperado por la oposición, ni tampoco el repentino avance demoledor que alguna vez lo dio Diego Fernández de Cevallos en el debate con Cuauhtémoc Cárdenas y Ernesto Zedillo, pero bueno, ese fue un debate presidencial, y en el Debate Chilango, el más raspado fue Santiago Taboada.

Y al referirse a raspado, fue que muchas cosas que presumió en materia de seguridad, la mayoría de ellas, sino es que todas, fue por el mando único que se implementó con Omar García Harfurch y Claudia Sheinbaum.

Otro tema que no le creyeron al candidato panista, o al menos se ve que no está informado, es su compromiso de combatir los feminicidios en la CDMX, cuando ya existe una fiscalía y una legislación que protege a la mujer, leyes que las propias diputadas del PAN han aprobado por una cuestión de congruencia política y solidaridad de género.

Todavía ahí está pendiente la aclaración del famoso chat del "Club de Toby" y los comentarios misóginos.

Los actos violentos perpetrados por presuntos normalistas de Ayotzinapa a la entrada de Palacio Nacional son lamentables y condenables. El uso de petardos y la agresión hacia los policías capitalinos no solo representa un atentado contra la integridad física de los agentes, sino que también pone en riesgo la seguridad y la tranquilidad de la sociedad en su conjunto.

Es inaceptable que manifestaciones legítimas y pacíficas sean empañadas por acciones violentas como estas. La violencia no es el camino para resolver conflictos o expresar descontento. Además, estas acciones irresponsables desvirtúan el propósito original de las protestas y restan credibilidad a las demandas legítimas de los manifestantes.