Transcripción:
El equipo con el que Claudia Sheinbaum arrancará su sexenio, es como el de cualquier director técnico de fútbol al inicio de la temporada: la mejor alineación posible a partir de lo que se tiene y no se tiene, de las negociaciones previas y de las presiones del entorno. Con todo, la composición del próximo gabinete es un relativo triunfo para la presidenta electa. Tres cuartas partes serían sus opciones naturales; el resto podrían ser consideradas decisiones tácticas o coyunturales para una transición lo menos accidentada posible. A juzgar por la rotación que experimentó el equipo gobernante de Ciudad de México durante su mandato, muy probablemente habrá relevos luego de los primeros 18 a 24 meses.
De entrada, es una alineación que le permite trabajar con relativo control y podría arrancar, desde las primeras semanas, la estrategia de gobierno que constituirá la impronta de Sheinbaum.
Con todo, la presidenta electa ha diseñado un recurso, desde la cabina de mando, que depende de ella misma, al margen de lo confiable que resulte la variada composición del gabinete. Se trata de las oficinas directamente vinculadas a la Presidencia, y podrían tener un peso tan decisivo o más que el de cualquier secretario de Estado.
Me refiero a las cinco posiciones clave que formarán su guardia pretoriana, aunque de carácter civil: la Consejería Jurídica en manos de Ernestina Godoy, el coordinador de la Oficina de la Presidencia Lázaro Cárdenas, la Coordinación del Consejo Asesor Empresarial encabezada por Altagracia Gómez, la Agencia de Transformación Digital dirigida por José Antonio Peña Merino y la Dirección General de Comunicación, todavía sin nombre definitivo o titular.
Se trata de cinco alfiles con los cuales la presidenta electa puede operar transversalmente a lo largo de los distintos ministerios para establecer criterios de administración y gobernanza. El peso de Julio Scherer en la operación política desde el área jurídica en la primera mitad del sexenio pasado es una muestra de la relevancia que puede tener esta oficina. Más aún ahora, pues Ernestina Godoy será la interlocutora de la presidenta electa con los coordinadores de las cámaras legislativas para conducir las muchas reformas constitucionales pendientes y, sobre todo, las complejas leyes secundarias que, en la práctica, definen el impacto último de estos cambios.
Por su parte, lo que hizo Pepe Merino en el Gobierno de Ciudad de México, encabezando la Agencia Digital de Innovación Pública durante varios años, es una de las grandes apuestas de Claudia Sheinbaum para revolucionar la administración pública federal.
Un proyecto que también cruza a todas las dependencias. La digitalización de los procesos, el acceso directo de los ciudadanos, la simplificación de trámites, la generación de información automatizada de las dependencias y su divulgación de manera abierta, transparente y el combate a la corrupción pasan por el ambicioso proyecto de esta nueva oficina.
Para la presidenta electa será un instrumento decisivo en la gestión del gobierno, al cual habrán de sujetarse todos los secretarios de Estado.
La oficina de Altagracia Gómez recibió el nombre de Coordinación del Consejo Asesor Empresarial, pero es mucho más que eso. Explícitamente, la presidenta electa le ha pedido que opere como promotora estratégica de los nuevos parques industriales, un ambicioso proyecto para acoger el nearshoring o relocalización. Obvio decir que este objetivo es una de las mayores prioridades del gobierno que inicia. En estricto sentido, el éxito o fracaso del nearshoring depende de un complejo haz de variables que pasan por distintas dependencias: Hacienda para efectos de estímulos fiscales, Economía para trámites y gestiones, Secretaría del Trabajo para aspectos laborales y sindicales, Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes por razones obvias, CFE y Pemex por energía, Semarnat por trámites ambiguos con frecuencia corruptos relacionados con el medio ambiente, Gobernación por la relación con poderes locales y la Cancillería para la relación con instituciones internacionales.
Con tantos involucrados, es evidente que muchas cosas pueden salir mal, empantanarse o neutralizarse. La tarea de Altagracia, con la potestad de la presidenta electa, consistirá en homogenizar y priorizar criterios, acotar la feria de egos y vanidades, aceitar la maquinaria y resolver contratiempos. El ariete de Claudia para conseguir avanzar este que podría ser su verdadero macroproyecto.
Lázaro Cárdenas fue designado jefe de la Oficina Presidencial, una posición que puede ser tan poderosa o tan débil como lo quiera el soberano. Pero su título nace con un complemento significativo: coordinador del gabinete. Una tarea que la presidenta electa traslada desde la Secretaría de Gobernación al cobijo de su propia parcela.
En el mejor de los casos, para Cárdenas esto significaría una función parecida a la que hizo Juan Ramón de la Fuente durante la campaña, cuando el ex rector se convirtió en mano derecha de la candidata. Probablemente no alcance tal envergadura, pero es posible que ejerza tareas de operación política estratégicas. Cárdenas fue jefe de asesores de López Obrador durante casi todo el sexenio, lo cual le ofreció una perspectiva de los resortes y entretelones del poder que no abunda en el gabinete (el otro con esa experiencia sería Mario Delgado, presidente de Morena, pero al haber sido designado secretario de Educación traerá demasiadas cosas entre manos como para ocuparse de resolver entuertos políticos).
Y, finalmente, está el tema de la comunicación social. Es evidente que Jesús Ramírez desempeñó un papel fundamental en la gestión de López Obrador; una figura influyente y poderosa que centralizó en Palacio Nacional no solo el diseño del mensaje a partir de los contenidos de las mañaneras, sino también la difusión puntual de cada pieza de divulgación gubernamental. Un verdadero ministro de propaganda y difusión del régimen. Los jefes de comunicación de las distintas dependencias perdieron toda autonomía frente a esta centralidad. Muy probabilmente, Claudia seguirá el esquema de su antecesor. Pero todo lo demás podría cambiar; es decir, no está claro si tales tareas recaerán en una todopoderosa figura o en un equipo con funciones repartidas entre la vocería, la generación de información, la divulgación, los medios públicos, etcétera. En todo caso, es evidente que será un área directamente supervisada por la presidenta electa.
Este será su Estado Mayor Presidencial, junto con un puñado de secretarios de absoluta confianza (sin duda Luz Elena González en Sener, Omar García Harfuch en Seguridad, Rosaura Ruiz en Ciencia y Claudia Curiel en Cultura, por lo menos). El grupo compacto responsable de hacer que las pulsiones, afanes y estrategias de Claudia Sheinbaum se conviertan en realidad a lo largo de todo el edificio de la administración pública.