Resumen:
En 1977, tras 41 años de la dictadura de Francisco Franco en España, Adolfo Suárez, primer presidente electo desde 1936, llamó a la firma del Pacto de la Moncloa —que en realidad fueron dos— en aras de transitar ordenadamente hacia la democracia.
Transcripción:
En 1977, tras 41 años de la dictadura de Francisco Franco en España, Adolfo Suárez, primer presidente electo desde 1936, llamó a la firma del Pacto de la Moncloa —que en realidad fueron dos— en aras de transitar ordenadamente hacia la democracia.
La coyuntura económica que heredaba del franquismo era grave. A la crisis del petróleo, que pegó duro a los españoles, se sumaban el desempleo, la inflación y la fuga de capitales, por la duda de los empresarios hacia el nuevo gobierno.
Fue entonces que Suárez llamó a partidos políticos, congresistas, sindicatos y asociaciones empresariales a establecer un programa de saneamiento de la economía y firmar un acuerdo para avanzar juntos en la democratización de España.
Gracias a ello se logró la estabilización de la vida democrática en ese país y se sentaron las bases para el surgimiento de nuevos partidos políticos, especialmente de izquierda, que con el tiempo llegaron incluso a gobernar.
En México, dos presidentes tuvieron oportunidad de hacer algo similar cuando llegaron al poder: Vicente Fox en 2000, cuando sacó por primera vez al PRI de Los Pinos, y Andrés Manuel López Obrador, quien los echó de nuevo en 2018.
Ambos presidentes asumieron el cargo con un gran apoyo social, después de ganar ampliamente en las urnas. Tuvieron chance de llamar a un gran pacto con todas las fuerzas políticas, sociales y económicas del país, pero les ganó el ego.
Fox derrochó su capital político —respaldado por una bonanza económica gracias al petróleo— en escándalos políticos y acusaciones de corrupción, mientras que López Obrador jamás quiso dar el salto de candidato a Presidente, pues siempre estuvo en campaña.
Ambos presidentes opositores dejaron ir la oportunidad de oro para unir al país y lanzarlo al desarrollo. Antes de ellos, Carlos Salinas firmó en 1989 el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico, donde incluyó a sindicatos y empresarios, pero fue en autodefensa, pues el país estaba en quiebra.
Posteriormente, Enrique Peña Nieto propuso el Pacto por México, donde sí incluyó a los partidos, pero las corruptelas de su gobierno y los escándalos que lo acompañaron echaron por la borda el intento.
Si los presidentes que más legitimidad han tenido no fueron capaces de llamar a un pacto nacional para sacar adelante el país, quien tendría ahora la responsabilidad sería Claudia Sheinbaum, aunque nadie lo ve viable.
Primero, porque todo el mundo duda que se pueda sacudir tanto a López Obrador como al ala radical de Morena. Sería muy bueno que la primera mujer Presidenta de la historia de México pasara, precisamente a la historia, como la gran reformadora.
Su indiscutible mayoría en las urnas le da para hacer con el país prácticamente lo que le plazca. Y precisamente por ello tendría más valor que llamara a empresarios, partidos, sindicatos y organizaciones civiles a jalar en la misma dirección.
Sin abandonar sus ideologías, pero sí anteponiendo el interés nacional al interés político o personal.
Soñar no cuesta nada, dicen.
CENTAVITOS
A muchos le podrá caer mal y a otros bien, pero Gerardo Fernández Noroña tiene razón en reclamar a Morena que le cumplan con la promesa del “compañero Presidente” de que las corcholatas que quedaran en los lugares dos y tres de la encuesta interna irían a las coordinaciones del Senado y de San Lázaro, respectivamente. O que, en su defecto, irían al gabinete; es hora de que ni una ni otra van para quien Lilly Téllez bautizó como Changoleón.