Número Cero // La dolorosa austeridad


Resumen:

La dolorosa austeridad

Transcripción:

La dolorosa austeridad

La dolorosa austeridad es reflejo de los profundos desequilibrios fiscales con que tropezará el gobierno de Sheinbaum en su primer año. Las reasignaciones del presupuesto 2025 que aprobará el Congreso tampoco conjuran la preocupación por el gran recorte para el crecimiento, aunque pretendan crear la apariencia falsa de amortiguar el sacrificio que nos aguarda. No es así. El severo ajuste es una política químicamente pura de las prioridades del gobierno, por tanto, difíciles de ocultar con magia política o, dicho técnicamente, de que no hay ingresos extraordinarios con que tomar atajos al plan más ambicioso contra el mayor déficit fiscal de las últimas tres décadas sin riesgo de enfriar la economía. También será otra prueba mayor para el funcionamiento institucional en un piso recortado por la desaceleración económica y la incertidumbre de las políticas de Trump hacia México.

El Congreso cumplirá el compromiso de recortar el gasto más de 500,000 millones de pesos, para bajar casi 3 puntos del PIB de un déficit fiscal histórico, aunque afectará funciones básicas del Estado. Sin embargo, lo notable del caso es que las fuertes medidas de austeridad, que no pueden sino generar inquietud y decepción, se intentan simular con reasignaciones como si con ello desaparecieran las amenazas sanitarias, a la procuración de Justicia o el combate contra la corrupción.

La compensación a la educación, universidades o la Defensa es positiva, pero poco más que una foto política para reivindicar el esfuerzo de los legisladores contra el ajuste; a cambio de afectar el presupuesto de salud o dejar en la inoperancia los órganos autónomos. El resultado es una medicina muy amarga de digerir para no cuidar la confianza de bancos e inversores, sin una reforma fiscal entre las prioridades de Sheinbaum.

En su paso por el Congreso, el poder más afectado será el Judicial, con un “golpe” presupuestal difícil de recordar en momentos en que su futuro pende de una polémica reforma que sacude sus cimientos; el bisturí puede representar un recorte del 16.5%, que se justifica por gastos superfluos; y sin fideicomisos, que destinará a indemnizaciones y elecciones de juzgadores. Eso puede significar que el rumbo de la justicia, de por si cuesta arriba, no tenga subida ni bajada transitable o sea accidentado y peligroso; independiente de la preocupación sobre la factibilidad para implementar una reforma que parece un viaje a la dimensión desconocida. Pero no es la única institución con un año de pronóstico reservado, por ejemplo, el ajuste deja al INE atrapado en un pantano presupuestal para organizar una compleja elección judicial.

Otros no verán la luz. Los siete órganos autónomos recién suprimidos se perderán en un tobogán que dejará en las tinieblas al Estado con la transparencia, acceso a la información pública y rendición de cuentas; aunque no por eliminarlos desaparecen sus obligaciones. Ahí aplicará una guadaña que segará hasta el 75% de su presupuesto hasta su inoperancia. Aunque Hacienda originalmente respetaba su presupuesto, las reasignaciones del bloque oficialista harán que la transferencia de funciones al gobierno federal sea casi limpia de recursos, cuando, además, este último tiene una capacidad más reducida por un recorte general del 5 por ciento.

Las reasignaciones tienen más de ficción política que de reorientación del recorte del gasto público. La reducción a sólo un tercio de los autónomos precipitará una muerte nonata del IFT y la Cofece antes de la creación del nuevo descentralizado antimonopolio, a pesar de que puede afectar la ratificación del T-MEC. Especialmente grave es en salud, porque las reasignaciones no evitarán mayor debilitamiento del servicio, a pesar de ser uno de los compromisos de Sheinbaum sostenerlo.

La austeridad que se impuso en muchos países después de la “gran crisis” de 2008 detonó los movimientos políticos contra el neoliberalismo y su exceso de sacrificios hasta acuñar el término austericidio por el costo para sus sociedades. La decepción e indignación fue también la fuente en que creció el movimiento antistatu quo en el que despegó el liderazgo de López Obrador y la creación de Morena.


Resulta, pues, paradójico que ahora las políticas de ajuste sean las que debiliten también su objetivo de fortalecer el poder político y el Estado para romper inercias del statu quo y despejar el camino de medidas neoliberales para la redistribución social. Si bien el presupuesto garantiza los programas sociales, incluso los nuevos propuestos por Sheinbaum, lo cierto es que, sin crecimiento, pueden encallar en la piedra de la austeridad.

José Buendía Hegewisch