Razones // Están ganando Los Mayos


Resumen:

Los aliados de El Mayito Flaco, Ismael Zambada Sicairos, están ganando la guerra a Los Chapitos en los combates que tienen epicentro en Sinaloa, pero que se han extendido por buena parte del país.

Transcripción:

Los aliados de El Mayito Flaco, Ismael Zambada Sicairos, están ganando la guerra a Los Chapitos en los combates que tienen epicentro en Sinaloa, pero que se han extendido por buena parte del país.

Como hemos insistido, no se trata solo de una venganza por la caída de El Mayo hace exactamente dos meses, tampoco es la disputa por una plaza: lo que estamos viendo es una lucha por la reconfiguración de todo el escenario del crimen organizado en el país, en vísperas, además, y ese no es un dato menor, del cambio de una administración federal.

¿Por qué están Los Mayos y sus aliados ganando esta guerra? Porque el hijo de El Mayo ha logrado construir un sistema de alianzas contra Los Chapitos, que incluye a varios añejos enemigos, incluso entre sí, que tienen en común la confrontación con Iván Archivaldo Guzmán, el hijo de El Chapo, que ha quedado al frente de esta organización, debilitada, además, por la entrega de sus medios hermanos, Ovidio y Jesús Guzmán López, a las autoridades de Estados Unidos, convertidos en colaboradores (como dos hermanos, el tío de Zambada; en eso no hay distingos, lo que quizás sería diferente es la presunta participación de Los Chapitos en la detención de El Mayo, aunque ese episodio tampoco queda claro) con la duda de qué tanto podrán develar sobre los secretos de la organización a las autoridades estadunidenses.

Lo cierto es que, más allá de venganzas y rencores, la actual guerra tiene otro objetivo: después de las caídas de los últimos dos meses y ante el previsible fin de la política de abrazos, no balazos, tanto como el endurecimiento de las autoridades estadunidenses (de la administración de Joe Biden, pero también tanto de Kamala Harris como de Donald Trump), el escenario debe redefinirse; y si eso en otras ocasiones se hizo con cumbres de líderes criminales que se repartieron territorios, ahora lo están haciendo a balazos, por la fuerza.

Sí hubo una cumbre a la que no asistió Iván Archivaldo (porque ahí estaban sus enemigos y temía ser traicionado) en la que se decidió la guerra. Como sucedió en 2008, luego de la caída de El Mochomo, uno de los hermanos Beltrán Leyva, del asesinato de Rodolfo Carrillo Fuentes, el hermano menor de Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, el hijo de El Mayo, como en su momento hicieron los Beltrán, fue a buscar aliados.

Los encontró en Los Rusos de Baja California; en Los Salazar, del norte de Sonora, y parte de Chihuahua; en los sucesores de los Beltrán Leyva, sobre todo en El Chapo Isidro, viejo enemigo de Los Chapitos y con fuerte influencia en Sonora; y en el Cártel de Caborca, que dirigen los sucesores de Caro Quintero.

Los Chapitos están debilitados en esta lucha porque, por una parte, han perdido a operadores muy importantes, algunos de ellos detenidos en operaciones militares en los últimos días, pero también porque están embarcados en luchas en Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán y, sobre todo, Chiapas, con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Por eso, a diferencia de lo que hicieron los partidarios de El Mayo, se les ha dificultado sumar sicarios a sus fuerzas en Sinaloa; todo indica que están siendo superados en número por sus adversarios.

¿Cómo quedará el escenario después de la batalla? Quién sabe, porque, más allá de lo que suceda con Los Chapitos (que recuperaron el apoyo de su tío Aureliano Guzmán en esta lucha), las alianzas de sus adversarios parecen ser también efímeras. Incluso el CING (que tiene su propia dinámica) debe afrontar su particular proceso sucesorio. Va a haber, sin duda, un periodo relativamente largo de confrontaciones hasta que se termine de definir el nuevo escenario, lo que es paradójicamente también una buena oportunidad para la próxima administración si decide presionar a todos los grupos simultáneamente.

Lo que sí es un hecho es que, entrado el nuevo gobierno de octubre, dos de sus objetivos principales serán Sinaloa y Chiapas, los dos estados con menor nivel de gobernabilidad en estos momentos.

NEPOTISMO

Es difícil encontrar una administración con mayores niveles de nepotismo que la que está por concluir. Las familias que tienen varios integrantes simultáneamente en posiciones de poder son demasiadas, comenzando por el presidente López Obrador, con hijos, hermanos, primos; y siguiendo con la secretaria de Gobernación y nueva presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, con sus hermanas, padre y madre en posiciones de poder; siguiendo con el jefe de la UIF, Pablo Gómez, cuya familia directa y extendida tiene todo tipo de puestos. Pero ahí están también Martí Batres, con hermanas, cuñados y otros familiares en el poder; Ricardo Monreal, con hija candidata, hermano gobernador, otro hermano en el Senado; Adán Augusto López, con su cuñado gobernando Chiapas luego del fallecimiento prematuro de su hermana Rosalinda; y hasta Guadalupe Taddei, presidenta del INE, con amplia red de familiares en el gobierno, sobre todo en Sonora. Y si eso lo extendiéramos a los negocios, serían muchos más.

No creo que en automático una generación deba cancelar su oportunidad en la política porque esta la ejercieron sus padres, pero llama la atención la extensión del fenómeno y la forma en que esa generación hereda los espacios centrales de poder. Lo sucedido en la renovación de la dirigencia de Morena, con Luisa María Alcalde y Andrés López Beltrán, es evidente. Que se haya terminado el congreso partidario celebrando el fin del nepotismo, por lo menos desconcierta.