Transcripción:
El contundente triunfo electoral de Claudia Sheinbaum el pasado 2 de junio significó el respaldo mayoritario del pueblo de México al proyecto político de la Cuarta Transformación, el cual se encuentra envuelto desde 2018 en una disputa, frente a diversos factores de poder, por hacer del Estado mexicano el instrumento del desarrollo económico, de la defensa de la soberanía nacional y de la construcción de un régimen posneoliberal.
Visto en retrospectiva, este importante acontecimiento resultó también histórico, no sólo porque ese respaldo fue entregado, por primera vez en la historia de México, a una mujer (situación que por sí misma valdría la pena celebrar); sino, sobre todo, porque la mujer que resultó ganadora es una mujer emanada de un movimiento político que, desde la segunda mitad de los años 80, se propuso acceder a la Presidencia de la República a través de la vía pacífica.
Lo anterior resulta aún más significativo, ya que, por lo general, los grupos dominantes recuerdan con júbilo y nostalgia a los gobiernos de Margaret Thatcher, en Inglaterra, o Angela Merkel, en Alemania, y recomiendan a las mujeres qué camino seguir si desean incursionar en la política.
Y es que esta actitud obedece, en gran medida, a que la primera fue un actor fundamental en la implementación de las políticas neoliberales, tanto en Reino Unido como en el resto del orbe; mientras la segunda, con su liderazgo, contribuyó a perpetuar los dogmas neoliberales, sobre todo después de la crisis económica de 2008-09.
En las antípodas de estas mujeres, Claudia, como le dicen cariñosamente sus seguidores, se perfila a tomar posesión el 1° de octubre, trayendo tras de sí un pasado diametralmente opuesto al de Thatcher y Merkel: académica de la Universidad Nacional Autónoma de México, secretaría de Medio Ambiente en la jefatura de Gobierno de López Obrador (2000-05), jefa de Gobierno de la Ciudad de México (201823), activista estudiantil en el Consejo Estudiantil Universitario (1986-87) y militante de la izquierda electoral (primero en el PRD y posteriormente en Morena).
Seguramente estas credenciales provocaron certeza al electorado que decidió refrendar en las boletas la ambición transformadora del "segundo piso de la Cuarta Transformación". Y no es para menos. En medio de procesos electorales mundiales donde el común denominador es el abstencionismo recalcitrante o el crecimiento desaforado de la extrema derecha (como se observa en Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países de América Latina) desde 2018, en México, el avance de la izquierda electoral ha sido tan avasallante, a tal grado, que condicionó a las élites económicas y políticas contrarias a la Cuarta Transformación a elegir una candidata competidora, supuestamente identificada con los pueblos indígenas y los sectores populares.
Por esta razón, numerosos expertos coinciden en que asistimos a la emersión de una nueva hegemonía política, la cual se traduce como la consolidación de la dominación consensuada de un bloque de poder a través de principios compartidos como: la preponderancia de lo público sobre lo privado, la austeridad sobre la ostentación, la honradez sobre la corrupción, el Estado sobre el mercado y la nación sobre la llamada "globalidad". Este viraje de los sentidos comunes no ha sido de la noche a la mañana. Por el contrario, ha sido fruto de la discusión cotidiana que ha promovido el presidente Andrés Manuel López Obrador y que sorprendentemente ha venido erosionando las certezas que sustentaban, precisamente, la otrora hegemonía neoliberal y que hoy se encuentran en profunda crisis.
Del 2 de junio a la fecha, los acontecimientos se han desarrollado con mucha rapidez. Hoy la agenda pública se ha concentrado en discutir el llamado Plan C, particularmente lo referente a la reforma al Poder Judicial, modificación que ha concentrado la mayor atención de la opinión pública. Sin embargo, quizá la rapidez de estos acontecimientos impida valorar a fondo el enorme significado histórico y geopolítico del triunfo electoral de Claudia Sheinbauam.
En medio de tanta algarabía no se ha hecho tanto hincapié en que Claudia será la primera mujer presidenta, no de cualquier país, sino de México, un país que anualmente presenta dramáticas cifras de mujeres asesinadas, violadas, secuestradas y desaparecidas. Tampoco, de que este importante acontecimiento histórico, se da prácticamente en la frontera sur de Estados Unidos, justo en el momento en que se ciñe en la comunidad internacional, una peligrosa situación que pudiera derivar en un colapso existencial, dada la desastrosa participación que Washington está teniendo en el conflicto entre Rusia y Ucrania, así como en su injustificable indiferencia ante el genocidio israelí sobre el pueblo palestino.
Por lo anterior, en el dramático contexto internacional y regional, que una potencia económica, cultural y demográfica como México simpatice, mayoritariamente, por postulados como la justicia social, la democracia y la soberanía nacional, convierte a México en un epicentro digno de inspiración para aquellos pueblos que deseen transformar la realidad y que estén a favor de la paz mundial.