Transcripción:
No quiere decir que Morena esté desahuciado. Será una carrera parejera.
La dirigencia local de Morena estableció una meta a sus operadores territoriales en la Ciudad de México: el 2 de junio tienen que lograr 3 millones 400 mil votos en favor del oficialismo, para garantizar el control de la capital y el triunfo en la Presidencia de la República.
Ni en los años dorados de Andrés Manuel López Obrador como opositor soñaban con tan descomunal cantidad de votos; menos ahora que, ya como Presidente, desde Palacio se la pasa repitiendo que la CDMX es poblada por una mayoría fifí que no quiere a la 4T.
¿En serio no hay alguien sensato fuera del cuarto de guerra guinda que les diga que hoy, como nunca antes, están en riesgo de que la oposición arrebate el gobierno a la izquierda, después de 30 años de estar en el poder?
Como los morenistas repiten a diario que, en sus encuestas, Clara Brugada va al menos 14 puntos arriba de Santiago Taboada, ya se lo creyeron. Se niegan a ver el humor social de la capital del país.
Hay un encono contra los gobiernos de Morena, y no sólo de las clases medias, tan atacadas por la 4T. Están también los más pobres, a los que han dejado sin atención médica, sin agua y sufriendo ante el aumento del costo de la canasta básica.
Pero un punto que quizá no han dimensionado en el partido oficial es el gran descontento que hay entre sus propios trabajadores por el maltrato de que han sido objeto. Los líderes oficialistas ya no controlan a sus agremiados… menos a sus familias.
Los movilizadores que Tomás Pliego presume tener listos en cada colonia de la capital para el día de la elección ya se frotan las manos ante las carretadas de dinero que se embolsarán, pues les darán para acarrear a la gente y comprarles el voto.
Si les dan mil pesos para cada voto, se quedan con 500; si les dan 500, reparten 200 y así sucesivamente. Si cada movilizador lleva un mínimo de 400 acarreados –como les pidieron–, nada más hay que hacer una operación aritmética básica para saber cuánto van a ganar ese día.
Lo de menos será si sus acarreados votan por un proyecto u otro; lo importante es lo que se van a embolsar.
Por eso los sueños guajiros de que irán por 3.4 millones de votos no se los creen ni ellos mismos, por mucho que tengan de su lado todo el aparato; no hay manera de acceder a esos números. Significaría obtener un millón de votos más de los que obtuvo Claudia Sheinbaum en 2018.
Por supuesto que eso no quiere decir que Morena esté desahuciado. Será una carrera parejera y el resultado se prevé cerrado, pues tampoco es que mágicamente la ciudadanía salga a votar, aunque la mayoría piensa que la moneda caerá del lado opositor.
Pero gane quien gane, ojalá sea por un margen que no deje dudas, para evitar una lucha poselectoral que no sólo se tenga que dirimir en tribunales, sino también en las calles. Eso no abonaría a la buena marcha del próximo gobierno.
CENTAVITOS…
Curioso que Sheinbaum haya pedido carro completo ante un auditorio medio vacío en Iztapalapa, donde cada vez crece más el descontento porque a Morena se le ocurrió llevar a la alcaldía más grande de la capital candidatos externos, pues hay varios que no son de ahí. Lo que se ve en ese territorio es una lucha entre tribus; no hay nadie que ponga orden y cada quien jala por su lado, ante la inoperancia del invisible Sebastián Sebas Ramírez, quien cree que gritando al teléfono va a controlar a semejantes especímenes políticos que pululan en su partido. El temor a una merma de votos para el oficialismo ahí es real.