Resumen:
No hay duda de que México elegirá a una presidenta mañana, será la primera vez que en sus 200 años de vida independiente será gobernado por una mujer. Por sí mismo, esto es un hecho histórico que nos tocará vivir como generación; el cómo será recordada esta gestión y pasé a los libros de historia será una discusión que comience a partir del 1º de octubre próximo.
Transcripción:
No hay duda de que México elegirá a una presidenta mañana, será la primera vez que en sus 200 años de vida independiente será gobernado por una mujer. Por sí mismo, esto es un hecho histórico que nos tocará vivir como generación; el cómo será recordada esta gestión y pasé a los libros de historia será una discusión que comience a partir del 1º de octubre próximo.
Así, nuestro país se sumará como el décimo quinto en la historia de la región latinoamericana con una mujer como jefa de Estado o primera ministra, y el número 27, a nivel mundial, que ejerza funciones en este 2024.
Es innegable que se han alcanzado avances significativos en las últimas dos décadas en temas de paridad de género dentro de la política. Hoy podemos constatar que hay más acceso femenino a candidaturas a cargos de elección popular, así como la ocupación de 250 de 500 escaños en diputaciones federales, 64 senadurías y congresos locales, sin olvidar que la presencia de mujeres al frente de las principales dependencias gubernamentales también aumentó.
Todo lo anterior demuestra que el país avanzó en la ruta correcta en el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres y que la llegada a la Presidencia de la República es la coronación de las miles de luchas que se han librado por años.
Desde 1982, ocho mujeres han sido candidatas presidenciales. Aunque seis ellas no consolidaron lo que hoy resulta inevitable, de alguna manera forjaron el camino para apuntalar que las otras dos que hoy se disputan la Presidencia logren ocuparla, una posición que, en pleno siglo XXI y tras varios años de alternancia política, era justo y necesario que debiera ser conquistada por una mexicana.
Nuestra primera Presidenta tendrá numerosos ejemplos mundiales de las mujeres que han estado al frente de naciones poderosas, en vías de desarrollo, en guerra, dominadas por la violencia y sobre todo el machismo, etcétera. Algunas de ellas son vistas como un referente generacional y han pasado a los anaqueles de la historia por sus aciertos y también desaciertos.
En Europa, por ejemplo, es imposible no recordar a la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, del Reino Unido (1979-1990), quien se impuso en un contexto dominado por hombres; la más reciente, Angela Merkel (2005-2021) que permaneció en el poder por 16 años y que salió prácticamente impoluta, no hay algo que se le eche en cara a la que fue considerada la mujer más poderosa del mundo.
En Latinoamérica, tenemos los casos desastrosos de una Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) que se le recuerda más envuelta en temas de escándalos de corrupción y sumergir a su país en una gran crisis económica y política, y el caso de Dilma Rousseff, quien a pesar de tener todo el respaldo del popular Lula Da Silva, nunca conectó con el pueblo brasileño, y al final fue llevada a juicio político y destituida.
En contraparte, está Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997), que puso fin a una guerra civil en Nicaragua, dejando fuera por unos años al Frente Sandinista y con ello darle un suspiro de democracia a su país, y qué decir de la chilena, Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), una mujer pragmática con gran reconocimiento a nivel nacional e internacional, vigente hasta nuestros días.
Todas ellas, para bien o para mal, han dejado un legado en su país, por supuesto, unas más queridas, recordadas u odiadas que otras. Sería de desear que nuestra próxima Presidenta tenga el carácter y convicción de Thatcher; el liderazgo, capacidad de escucha y negociación de Merkel; la entereza y cercanía con su pueblo de Bachelet. Pero sobre todo que se ponga en los zapatos de miles de mexicanas y mexicanos con problemas que merecen ser resueltos. ¿Sería mucho pedir?
Mañana tenemos una cita con la democracia, ¡votemos! Por todas o todos aquellos quienes consideramos que deben encabezar las riendas de nuestro país. Hagámoslo de forma libre, razonada e informada, es una decisión individual, única e irrepetible. El resultado que venga después será lo que haya decidido la mayoría, en democracia se gana o se pierde.