Desde San Lázaro // Un gabinete híbrido


Resumen:

A partir del 1 de octubre, Claudia Sheinbaum será la presidenta constitucional, y a partir de ese momento tomará las riendas del país con un grupo de colaboradores que le ayudarán a cumplir los objetivos que se ha trazado y que esbozó durante la campaña, lo que significa que ella tendrá y nadie más todas las atribuciones que están definidas en la Constitución.

Transcripción:

A partir del 1 de octubre, Claudia Sheinbaum será la presidenta constitucional, y a partir de ese momento tomará las riendas del país con un grupo de colaboradores que le ayudarán a cumplir los objetivos que se ha trazado y que esbozó durante la campaña, lo que significa que ella tendrá y nadie más todas las atribuciones que están definidas en la Constitución.

Existen todo tipo de comentarios en torno a la selección de buena parte del gabinete, empero, lo relevante es que en teoría cubren con las expectativas de la doctora y con ello deberá ser suficiente; si a eso le agregamos que en general fueron bien recibidos por los diversos sectores políticos, sociales y económicos, pues diremos que ha arrancado de forma positiva.

Cierto, el nombramiento de una parte del gabinete del nuevo gobierno, responde al gusto de Claudia Sheinbaum, aunque como era de esperarse, también hay afines al presidente López Obrador, ya que si observamos, de los 15 nombrados, siete son afines a la candidata presidencial ganadora y los demás trabajaron con el tabasqueño.

Veamos: los afines a la candidata ganadora son Luz Elena González Escobar, David Kershenobich, Jesús Antonio Esteva, Rosaura Ruiz, Omar García Harfuch, Juan Ramón de la Fuente y Julio Berdegué; en tanto, Raquel Buenrostro, Rogelio Ramirez de la o, Ariadna Montiel, Mario Delgado, Rosa Icela Rodríguez, Marcelo Ebrard, Alicia Bárcena y Edna Elena Vega, se identifican más con AMLO.

La Coordinación Jurídica de la Presidencia no está contemplada como parte del gabinete, por lo tanto, el nombramiento de Ernestina Godoy para este análisis es irrelevante.

Más allá de identificar las lealtades de los funcionarios públicos que serán parte del gobierno de la primera mujer presidenta, diremos que lo significativo del asunto es que puedan cumplir con las tareas encomendadas, como son construir el segundo piso de la transformación y cristalizar las promesas de campaña y para ello, se requiere contar con un presupuesto suficiente, ya que una cosa son las declaraciones y los buenos deseos, y otra, muy diferente, contar con los fondos públicos suficientes.

Los proyectos del gobierno sin presupuesto son pura demagogia y de esa ya estamos cansados, en virtud de que los últimos seis años nos mintieron y nos llenaron de humo la cabeza con los sueños guajiros del presidente, como el tener un sistema de salud como Dinamarca o alcanzar la soberanía energética al dejar de importar gasolinas; o que los índices delictivos se están revirtiendo, o peor aún, que se está creciendo económicamente como nunca, cuando el PIB en el sexenio obradorista es el peor desde tiempos de Miguel de la Madrid.

Nos dijeron que México no se ha endeudado en esta administración, cuando la realidad apunta que se contrató más deuda que en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, juntos.

En términos generales, podemos afirmar que Claudia Sheinbaum empezó con el pie derecho, luego de su contundente triunfo en las urnas, con la conformación del gabinete, en donde, como común denominador, prevalecen la capacidad, la experiencia y la probidad, por sobre otros factores que se privilegiaron en la administración de AMLO como la lealtad, condición indispensable y casi única para desempeñar el cargo encomendado; 90% de lealtad y lo demás de lo que sea.

Desde ahora se ven dos estilos muy diferentes: uno, en un pragmatismo desbordado por el populismo y por la imposición de programas sociales con tintes electoreros que no han paliado la pobreza y sí han desestabilizado las finanzas públicas; otro, más responsable con el nombramiento de gente calificada que cumple, en la mayoría, a carta cabal con las exigencias de las responsabilidades que tendrán por delante.

Llama la atención que la candidata presidencial ganadora tiene a lo mejor del gabinete de AMLO, como, por ejemplo, a Marcelo Ebrard, quien si bien es cierto que había dimitido para convertirse en corcholata, la realidad es que siempre estuvo en el imaginario como experto en materia de relaciones exteriores, lo que, sin duda, será de mucha utilidad como titular de la Secretaría de Economía, cuyo principal desafío será la renegociación del T-MEC.

Juan Ramón de la Fuente, personaje que goza del reconocimiento de propios y extraños y que brilla con luz propia, estuvo en la cancillería como representante de México ante la ONU.

Sin embargo, es más la gente de la doctora que del tabasqueño.

Lo mismo sucede con Rosa Icela Rodríguez, que le tocó bailar con la más fea al presidir la Secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana y que, con las limitaciones de acatar la estrategia de "abrazos, no balazos", tuvo capacidad de maniobra para alcanzar algunos logros.

De Rogelio Ramirez de la O, nadie cuestiona su capacidad y menos el impacto positivo que tiene su ratificación en el ánimo de la comunidad internacional financiera y de los inversionistas.

Alicia Bárcena camina por el mismo camino de la eficiencia y la experiencia que sus compañeros del nuevo gabinete.

El nombramiento de Mario Delgado ha causado escozor y desconfianza entre el ámbito educativo, aunque, luego de las gestiones de Delfina Gómez y Leticia Ramírez, quien llegue será ganancia.