Transcripción:
Un problema llamado Tomás
Si la idea es genial, ¿qué es lo que podía salir mal en su implementación?, se preguntarán algunos.
La idea de Clarita Brugada de crear una Secretaría de Participación Ciudadana, con oficinas en cada alcaldía de la Ciudad de México, era tan buena que los alcaldes se entusiasmaron ante la posibilidad de dar pronta respuesta a las necesidades de sus gobernados.
El objetivo era acercar el gobierno a cada rincón de la capital, sobre todo en materia de servicios urbanos, y reaccionar oportunamente ante emergencias como inundaciones, derrumbes, incendios u otros desastres naturales.
Y es que, en la actualidad, por ejemplo, ante una gran precipitación pluvial es común que colonias y avenidas queden inundadas, y la llegada del equipo y personal para drenar el agua tarda varias horas.
Con esta secretaría se buscaría tener vehículos, equipo y personal capacitado en cada alcaldía, de acuerdo con la orografía de los territorios, pues lugares como Xochimilco, por ejemplo, siempre se inundan.
Contrario a otras alcaldías, donde se agudiza la escasez de agua, sobre todo en época de estiaje, hace falta tener línea directa con el Sistema de Aguas para disponer de un suministro adecuado a través de pipas.
El titular de Participación Ciudadana será el gran gestor y tendrá línea directa con los secretarios y directores de organismos, a fin de dar pronta respuesta a las demandas de los capitalinos, un superpuesto.
Pero si la idea es genial, ¿qué es lo que podía salir mal en su implementación?, se preguntarán algunos. Pues se tenía que elegir a la persona adecuada para ejecutarla.
Aquí es donde se equivocó Clarita, que se decantó por Tomás Pliego, un político de medio pelo que nunca ha podido destacar en las tareas que le son asignadas. Desde sus épocas con René Bejarano siempre soñó en ser delegado en Cuauhtémoc, pero nunca fue tomado en serio.
En su entorno comentan que Pliego siempre se escuda en la historia de su madre como gran defensora de las causas socialistas, que incluso la llevaron a participar con guerrilleros como Fidel Castro en Cuba, por ejemplo.
Por supuesto que su madre es reconocida por la izquierda, pero una cosa es ella y otra muy distinta su hijo. El liderazgo no se transmite por ósmosis, y muchos creen que eso le ha generado frustración y resentimiento.
Tras ser relegado en el PRD, Pliego se plegó a Morena, concentrando su actividad en la capital del país, con cargos muy modestos, hasta que Brugada ganó la Jefatura de Gobierno y lo hizo parte de su primer círculo.
Por eso le creó la Secretaría de Participación Ciudadana, donde sus complejos e inseguridades han ocasionado choques con funcionarios y alcaldes, a quienes ve como empleados y no como autoridades electas.
Dicen que algunos desencuentros han llegado incluso a los insultos, pues quiere actuar casi como vicegobernador.
Las quejas contra él se acumulan rápidamente y más de uno apuesta a que no hará huesos viejos en esa secretaría, sobre todo porque, al final, quiere tener el control de los programas sociales.
Lleva apenas dos meses y Clarita ya tiene un foco rojo.
CENTAVITOS
Pero si la llegada de Pliego al nuevo juguetito del gobierno capitalino no emocionó a nadie, la creación de otra secretaría más, la del Deporte, tampoco lo hizo, sobre todo cuando se dio a conocer que el titular será Javier Hidalgo, otro político muy medianito. Hidalgo recorrió todas las corrientes del PRD en busca de ser delegado en Miguel Hidalgo, pero no tuvo éxito. Se coló a Morena y tampoco, pero como presume andar en bicicleta, quizá por ello creen que sabe de deportes.
Tomás Pliego es un político de medio pelo que nunca ha podido destacar en las tareas que le son asignadas.
Adrián Rueda