Transcripción:
El secreto para que el gobierno populista de Andrés Manuel López Obrador pudiera llegar hasta este punto de su administración sin una grave crisis económica es que dejó el populismo para su clientela mientras operaba con relativa estabilidad las finanzas públicas y los equilibrios políticos.
Pero su apuesta final fue acabar con esos equilibrios. Primero el fiscal, para influir con recursos públicos en el resultado electoral y, después, con las consecuencias electorales de su lado, barrer con el resto de las instituciones independientes del país.
Esta es la clara apuesta de quien, dentro de 27 días, de acuerdo con lo que dice la Constitución, debe dejar el poder formal de la presidencia. La pregunta es si quien va a detentar ese cargo está de acuerdo con el fondo y con las formas de llevar a esta incipiente democracia a un modelo totalitario.
Incluso si en el fondo el gobierno entrante quisiera un ejercicio de todo el poder sin contrapesos, habría formas de no dañar tanto su escenario de actuación para los años por venir.
Lo que más debe cuidar el gobierno entrante de Claudia Sheinbaum en estos 27 días antes de tomar el poder es mantener la confianza de los diferentes agentes económicos.
Hereda una masa acrítica que la habrá de apoyar, porque adoran literalmente a López Obrador. Esa masa es un arma de doble filo para la nueva Presidenta en caso de que llegara a encolerizar al tlatoani.
Pero para poder atender la instrucción de López Obrador de seguir con sus pendientes, o eventualmente ejecutar sus propios planes de gobierno, requerirá que la economía sea estable y crezca, y sin la confianza de los inversionistas eso no va a suceder.
Ya a estas alturas hay una apuesta mediocre del desempeño económico en el arranque de gobierno, de acuerdo con los expertos que consulta el Banco de México (Banxico), el 2025 tendrá una expansión del Producto Interno Bruto de apenas 1.5% después de una nueva caída en picada de las estimaciones para este 2024.
El gobierno entrante tendría que mejorar las formas actuales, las de un Presidente saliente encolerizado y con una clara disonancia cognitiva. Sin renunciar a “la transformación” debería buscar la estabilidad necesaria para poder gobernar con una pausa en los actuales procesos legislativos tan llenos de rencor.
Ahora, si los objetivos de las administraciones saliente y entrante son idénticos, sólo hay que tener la conciencia de que el derroche de carisma estará ausente y habrá que saber con qué se suple.
Pelearse con los principales socios comerciales, con los empresarios o con los organismos internacionales, ante un evidente giro hacia una autocracia, no suena a una decisión sensata acorde con perfil de quien se presentó como candidata presidencial oficialista.
La misma encuesta del Banxico entre expertos en temas económicos dice que el principal problema para que México pueda crecer es la gobernanza y dentro de ese apartado meramente local y de índole gubernamental, el lastre número uno es la incertidumbre política interna, incluso hoy más que la inseguridad pública.
Puede, sin duda, la administración entrante controlar las formas, sin dejar de lado un fondo de cambio de régimen.
Progresismo sobre populismo con esa abrumadora mayoría sería posible para el gobierno entrante.