Transcripción:
La noche del 1 de junio, la víspera de la elección, conversé con dos fuentes de Morena y dos del Partido Acción Nacional (PAN). Los miembros de Morena me aseguraron que iban a ganar la Jefatura de Gobierno con al menos cinco puntos de ventaja; las del PAN, que triunfarían con cuatro o seis puntos y que darían una batalla competitiva en todas las alcaldías.
Durante la jornada electoral el nerviosismo se extendía entre algunos militantes de Morena, mientras que muchos simpatizantes y militantes de la alianza opositora publicaban en X que había mucha participación y que eso les favorecía. Al mediodía, según documentó la prensa, varios morenistas decían que iban perdiendo por cuatro puntos. Al mismo tiempo, sin embargo, la plataforma de noticias La Política Online publicó una nota en la que afirmaba que había júbilo en el búnker de Clara Brugada por una abrumadora ventaja.
Tales lecturas contradictorias se extendieron incluso después de que cerraron las casillas. "Vamos a ganar aunque no mucho", me dijo por teléfono una fuente de Morena. "¡Ya ganamos! En breve lo confirmamos", insistía una fuente del PAN. Otra fuente del mismo partido con encuesta en mano decía que la oposición llevaba entre cuatro y ocho puntos de ventaja. "En una hora o dos tendremos los resultados del conteo rápido", me dijo. Y en efecto: poco después Santiago Taboada declaró ante los medios que había ganado por cuatro puntos.
No obstante, al avanzar la noche, la emoción de los panistas y miembros de la alianza comenzó a esfumarse. El encuestador Alejandro Moreno declaró a El Financiero que, según sus propias encuestas de salida, Brugada había ganado por poco margen. Poco después, la exalcaldesa de Iztapalapa y candidata del oficialismo se declaró vencedora por quince puntos. Al final, la diferencia no fue tan grande, pero el resultado final siguió siendo contundente: Brugada ganó por once puntos. Esto sorprendió incluso a los morenistas. "Yo sí pensé que íbamos a ganar, pero no por tal diferencia", me dijo una de las fuentes con la que había hablado la noche anterior.
Con todo, una fuente panista me aseguró que sus encuestas de salida, a diferencia de aquellas de Xóchitl Gálvez, sí les daban la victoria. Surge entonces una pregunta: ¿qué pasó? ¿Por qué los pesimistas de Morena y los optimistas del PAN quedaron tan sorprendidos por estos resultados? ¿En qué se basó el triunfo de Morena?
Como sugerí hace unas semanas en estas páginas, las tensiones en torno a la elección de la capital llegaron a su punto crítico después del segundo debate, en el que, a decir de muchos observadores, Clara Brugada salió perdiendo. Surgieron entonces dudas sobre la estrategia de campaña; el partido respondió cambiando la agenda de los recorridos, sustituyendo propaganda y llamando la atención a los operadores. No obstante, hubo dos factores principales que cambiaron la inercia de la campaña de Brugada.
El primero fue un ajuste de tuercas que vino desde arriba. "Pocos días antes de la elección yo sí sabía que podía ganar Morena por once puntos", me explicó una fuente. "Un operador de primer nivel me mostró una foto reciente de uno de los líderes locales que habían quedado inconformes con la selección de candidaturas visitando Palacio Nacional", agregó. A decir de esta fuente, las heridas entre morenistas que habían causado problemas para la operación electoral fueron suturadas desde Palacio Nacional, para así evitar que las divisiones internas cobrasen factura en la capital. "Hicieron un mapeo de actores y los fueron acercando puntualmente a Presidencia", comentó la misma fuente. Esta teoría resulta convincente: no suena descabellado que Andrés Manuel López Obrador mismo, hasta el momento el único factor de unidad en Morena, haya intervenido directamente para ganar la Jefatura de Gobierno.
En segundo lugar, tal y como sugerí en la segunda entrega de esta serie de reportajes sobre la elección en la capital, Claudia Sheinbaum, quien quizá buscaba responder a la intervención del presidente, impulsó una estructura paralela a la del brazo oficial de Morena en Ciudad de México para asegurar el voto. Esta operación fue coordinada por Marcelo Ebrard, a quien, dijeron algunas fuentes, "Clara Brugada escuchó atentamente". La actividad política del antiguo jefe de Gobierno aumentó en intensidad conforme se acercaba el día de la elección, tal y como documentó la prensa.
Gracias a los buenos oficios del presidente y de Sheinbaum, la maquinaria de Morena volvió a funcionar, y muchos de los líderes del partido que habían decidido no movilizar a sus redes, o incluso apoyar a otras fuerzas, aceptaron no obstaculizar a Clara Brugada. Un par de ejemplos: Morena ganó Iztapalapa con 615 000 votos; es decir, 222 000 más que los que obtuvo en 2021. En la Alcaldía Gustavo A. Madero, ganó con 385 000 votos, 150 000 más que los que obtuvo en la elección intermedia.
Nada de esto significó el fin de las divisiones al interior de Morena. Algunas facciones cedieron, ante la exigencia de unidad desde lo más alto, pero de igual forma se las arreglaron para perjudicar a sus contrincantes internos sin afectar a Brugada.
Un ejemplo de esto es lo que ocurrió en la alcaldía Cuauhtémoc con Catalina Monreal. Días antes de la elección, Ricardo Monreal, el senador morenista y padre de la candidata, publicó en X una foto en la que aparecía con René Bejarano, con quien sostenía una añeja disputa desde 2021, cuando el protagonista de los videoescándalos lo acusó de impulsar la candidatura de Sandra Cuevas en detrimento de Dolores Padierna. Muchos observadores interpretaron este gesto como un llamado a la unidad y el fin de la rencilla. Con todo, la maquinaria de Morena no funcionó en la Cuauhtémoc de la misma forma que en otras partes: Monreal perdería la elección.
De acuerdo a dos fuentes al interior del partido, esta derrota se debió a la operación de Bejarano, así como de Néstor Nuñez, el antiguo alcalde de Cuauhtémoc, quien alguna vez fue también aliado de Monreal. Según varias fuentes, Nuñez estaba molesto porque Catalina Monreal le habría cerrado la puerta a su candidato, Temístocles Villanueva.
Más allá de los rumores sobre intrigas dentro de Morena, los resultados de la elección en la Alcaldía Cuauhtémoc fueron anómalos. Según cifras oficiales, en esta alcaldía Brugada venció a Taboada por 5108 votos; a su vez, Morena ganó la diputación local del distrito 9 por 10 972 votos y la del distrito 12 por 11 738 votos. Sin embargo, Catalina Monreal perdió frente a Alessandra Rojo de la Vega por 11 422.
Que Monreal haya perdido por una cantidad de votos muy similar a aquella con la que Morena ganó el resto de candidaturas en la alcaldía sugiere que podría tratarse del resultado de una movilización electoral por parte de una facción que le es adversa al interior del partido. Hasta la fecha, Monreal sigue exigiendo el recuento de la elección. Alega un supuesto fraude por parte de la oposición, pero todo apunta a que, en la alcaldía Cuauhtémoc, los militantes atendieron los llamados a la unidad del presidente actual y de la presidenta electa solamente en lo que respectaba a Clara Brugada.
Por otra parte, el optimismo de la alianza opositora, particularmente de los panistas, les impidió emplear acciones políticas que eran cruciales para ganar la elección. En primer lugar, no lograron sacar a votar a los capitalinos. Participó el 69 % del padrón electoral, con lo cual no pudieron superar el 70.70 % de 2018 y con ello se quedaron en un umbral que le favorecía al oficialismo: a menor participación, mayor la importancia del "voto duro" de Morena y la del voto que se moviliza a través de padrones de beneficiarios.
Ante esa participación, la movilización electoral bien aceitada de Morena, tardía como lo fue, resultó determinante. La alianza no supo cómo enfrentarla, especialmente cómo evitar la movilización electoral y detener cualquier anomalía en las casillas: "No cumplimos con el objetivo de tener todos los representantes de casilla", me dijo una fuente. Algo similar a lo que ocurrió a nivel nacional, en donde la alianza no contó con representantes en muchas casillas.
Así, la alianza fue incapaz de cumplir con su objetivo de volverse competitiva en todas las alcaldías. No lograron avanzar en partes de la ciudad en las que suelen no tener buenos resultados, como Iztapalapa y la Gustavo A. Madero, ni tampoco obtuvieron buenos resultados en donde gobernaban: Lía Limón, por ejemplo, perdió la Alcaldía Álvaro Obregón.
Hay que señalar también que el voto oculto las personas que prefieren no revelar su preferencia electoral jugó en contra de la alianza opositora. Si en 2021 las encuestas internas de Morena no lograron registrar que una gran cantidad de personas no apoyaba al oficialismo, en este caso las encuestas internas de la alianza los cegaron al hecho de que la clase media no los apoyaba como creían. "Nuestras encuestas decían claramente que habíamos ganado por cuatro puntos", insistió una fuente. La realidad es que el agregado de encuestas de PollsMx decía que Morena aventajaba entre nueve y once puntos, muy cerca del resultado final.
Además, la campaña de Gálvez resultó una carga más que un apoyo para Santiago Taboada. Esto se vuelve evidente si comparamos los resultados de la elección presidencial con aquellos de la elección para la Jefatura de Gobierno. En la capital, Sheinbaum obtuvo 207 316 votos más que Brugada; mientras que Gálvez obtuvo 224 439 votos menos que Taboada. La candidatura de Sheinbaum, al parecer, sí empujó la de la exalcaldesa de Iztapalapa; la de Gálvez, por el contrario, no le aportó nada a la del exalcalde de Benito Juárez.
Pese al triunfo de Morena, la ciudad mantuvo su pluralidad. Sheinbaum obtuvo el 55 % de los votos; porcentaje similar a la aprobación de López Obrador en Ciudad de México que, según Mitofsky, ronda el 57 %. Por su parte, Brugada obtuvo el 51 % de los votos, mientras que Santiago Taboada tuvo 38 % y Salomón Chertorivski contó con 7.8 % de los sufragios.
Estos números muestran que el panorama político de Ciudad de México es diferente al nacional. En la capital, Morena no cuenta con la fuerza que tiene en otros estados. Un ejemplo es la configuración del Poder Legislativo: mientras que a nivel nacional la coalición de Sigamos Haciendo Historia (Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista) obtuvo la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y se quedó a unos cuantos curules de tenerla en el Senado, en el congreso local simplemente no lo consiguió.
Ante la incapacidad de ganar en las urnas la mayoría del congreso local, Morena operó en el Instituto Electoral de la Ciudad de México un agandalle en contra de la pluralidad expresada en las urnas. Poco antes de que se aprobara la conformación del congreso capitalino, el consejero Bernardo Valle propuso ajustar la distribución de diputados. En concreto, sugirió aceptar la petición de siete diputados electos por mayoría relativa, quienes pedían ser reconocidos como parte del PVEM o del PT.
A pesar de haber competido bajo el estandarte de Morena, estos candidatos decidieron, de manera repentina, que su afiliación no correspondía a su militancia anterior o a su imagen de campaña. Debido a las rebuscadas reglas que rigen la representación proporcional, el resultado de esta súbita conversión ideológica fue un aumento del número de diputados plurinominales asignados a Morena por la vía proporcional, lo que dejó a su coalición muy cerca de la mayoría calificada.
Esto es claramente un fraude a la ley, pues los diputados pueden cambiar de partido y de bancada después de la elección y la formación de las bancadas, pero no antes. La estrategia tramposa de Morena ha sido repudiada ampliamente: incluso algunos articulistas simpatizantes de la Cuarta Transformación se han manifestado en contra. En tanto, los partidos afectados intentarán que el Tribunal Electoral actúe en contra de este agandalle.
La lucha electoral terminará después del fallo del Tribunal sobre la configuración del Congreso de Ciudad de México. Con ello comenzará una nueva etapa. ¿Tendrá la oposición la legítima fuerza legislativa que obtuvo en las urnas? ¿O el oficialismo, además de su fuerza electoral, tendrá suficiente influencia en el Tribunal? La pluralidad capitalina está en las manos de los magistrados.
Hugo Garciamarín
Doctor en ciencias políticas por la UNAM y director de la revista Presente
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