Capital Político // Entra en coma la oposición


Resumen:

Se repartieron un pastel que no estaba horneado, y su unión sólo los debilitó.

Transcripción:

Se repartieron un pastel que no estaba horneado, y su unión sólo los debilitó.

Que hubo una elección de Estado, con irregularidades de todo tipo, nadie lo duda, pero que con una impugnación la oposición le pueda dar la vuelta a su derrota, ni soñarlo. Morena ganó y nadie le quitará el triunfo.

Los aliancistas insisten en impugnar el proceso; no con la esperanza de ganar —se tendrían que anular las elecciones—, sino de sembrar dudas razonables que confirmen el chanchullo oficialista y que manchen los resultados, para deslegitimar a quien ganó.

No es la primera vez que Morena barre a sus opositores en la capital; en 2018 los dejó con una mano adelante y otra atrás, en una situación muy similar a la de hoy.

A pesar de la paliza, tres años después los opositores ya estaban de nuevo en pie, con mayor presencia en el Congreso local y al frente de la mayoría de las alcaldías. Estaban listos para ir por la CDMX, y por momentos acariciaron la gloria.

Pero perdieron y eso dolió, especialmente en el PAN, pues de la posibilidad de ser el nuevo partido hegemónico en la capital, pasó a ser una organización al borde de la inanición política.

Y no sólo ellos, sino sus colegas del PRI y del PRD, éstos sí al borde de la extinción. En 2018 no fueron capaces de reinventarse y le apostaron a que la 4T fallara y que los votantes les regresaran el poder. Efectivamente fallaron, pero en lugar de castigo, el electorado les dio más.

Que los aliancistas defiendan el voto y pidan un recuento es una obligación con sus votantes, pero tienen que empezar a ver cómo van a sobrevivir… si es que lo hacen.

Porque en lugar de refundarse tras su derrota, hace seis años el PRD optó por una manita de gato, con sus mismos caciques al frente: Los Chuchos. Fue su sentencia de muerte, pues su caída en picada nadie la pudo detener.

El PRI hizo algo similar, estabilizando temporalmente la nave, pero al final se enfrascó en una disputa interna que acabó de vaciarlo; hoy sus despojos yacen en el fondo.

Los panistas —por su parte— optaron por ser la auténtica oposición y les resultó, pues en 2021 no sólo recuperaron lo perdido, sino que además se convirtieron en la opción para desafiar al partido oficial.

Pero no concretaron la oportunidad, porque al negociar una coalición con el PRI y el PRD prevaleció la mezquindad en sus dirigentes. Se repartieron un pastel que no estaba horneado, y su unión sólo los debilitó.

Tampoco procesaron bien sus candidaturas. Por ejemplo, para su campaña Santiago Taboada hizo suyo el discurso de que era hora que los malos gobiernos de los últimos 27 años que habían hundido a la ciudad se fueran.

Olvidó que esos gobiernos fueron integrados no sólo por los hoy morenistas, sino por sus aliados del PRD, a los que metió en el mismo costal. Obvio que si la base perredista no se sentía cómoda con un panista, después de que los tacharan de corruptos, pues menos.

Los partidos tendrán que refundarse, renunciando, incluso, a colores y nombres si hace falta, a fin de construir una opción para las nuevas generaciones, a quienes nada les significan las siglas.

No basta maquillarse: o se refundan, o asisten a su funeral.

CENTAVITOS

Y mientras los partidos siguen discutiendo si fue legal o no el proceso del pasado domingo, el sector empresarial capitalino prepara sus propias elecciones para renovar la presidencia local de la Coparmex. Las elecciones serán el próximo 26 de junio y ya suenan los primeros candidatos, como Leovigildo Chávez, hombre con amplia militancia en el sector. No todo es político, viene la grilla empresarial.