Transcripción:
Felipe León López
Estamos en los tiempos de transición, de cambio de poderes, de ajustes al tablero del ajedrez político y de la imaginaria futurista del país que deseamos, queremos ayudar a construir o a destruir. Porque son tiempos en que las medias tintas no tienen lugar, o se está en el ánimo entusiasta del inicio de un nuevo ciclo o en la antesala del fin de todos los mundos posibles. Son tiempos de la comentocracia, de los actores polarizados y de todos aquellos que se toman muy a pecho todo lo que leen, escuchan o dicen sobre qué está pasando en México y, más aún, de lo que vendrá.
La cuenta regresiva del sexenio de Andrés Manuel López está en marcha irreversible, y junto con ésta, también inicia un largo trecho para ver el nacimiento del gobierno de la primera presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, cuya trayectoria surgió de las filas del izquierdismo universitario.
Como ocurre cada fin de sexenio, anticipadamente hay enjuiciamientos más llenos de pasión que de razón sobre el régimen que va y el que viene. Veamos cómo es esto: en seis años hemos visto desfilar más de una decena de libros que dibujaron y monografiaron, cual estampitas de papelería, al peor de los sexenios, conducido por el peor de los políticos, un emisario del populismo echeverrista-lopezportillista, una réplica del lado oscuro del chavismo, un comunista que llevaría al país al alineamiento del bloque de naciones antiimperialistas, antiyanquis, anticapitalista, porque nació siendo AMLO es un émulo de Fidel Castro, aunque nunca en sus discursos y textos se ha siquiera reconocido como socialdemócrata. Muchos de esos mismos apocalípticos predijeron el derrumbe de la 4T en el pasado proceso electoral, apostaron por una candidata carismática para jalar votos, más para sus diputados y senadores, no para ganar la Presidencia, y les salió el tiro por la culata.
Del otro lado, no faltan las biografías elogiosas al presidente, textos de culto a la personalidad, al que le cuelgan milagros y bendiciones al grado de santificarlo, apologistas del nuevo momento mexicano; es decir, aduladores con pretensiones a ser los historiadores oficiales de lo que es, significa y creen debiera ser la llamada Cuarta Transformación. De tanta zalamería, este grupo, pierde seriedad, objetividad y como suelen pasar con los aduladores del régimen en turno, pasarán sin pena ni gloria una vez pasado el sexenio.
Nada nuevo en nuestra comentocracia nacional, ese pequeño universo de los que tienen acceso a medios y que se llaman falsa y pretenciosamente formadores de opinión pública.
Por ello, y para efectos de este comentario, hemos puesto la observación entre dos corrientes, retomando el método que hiciera Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados en 1964: "mientras los apocalípticos sobreviven precisamente elaborando teorías sobre la decadencia, los integrados raramente teorizan, sino que prefieren actuar, producir, emitir cotidianamente sus mensajes a todos los niveles".
Y así estamos, no en el espectro de la cultura de masas a que se refería Eco, sino de la cultura política de los mexicanos: los apocalípticos del fatalismo respecto al país, aunque no por ello se deben desechar los análisis que objetivamente marcan los errores, las fallas, los déficits económicos, políticos y sociales y, de los integrados, conocer su visión de futuro y de lo que debemos aprender a adaptarnos, además de pugnar porque el proceso de democratización no se revierta.
En este tenor, el papel que tenemos que aprender como "integrados" es bajar a nivel de la gente común y corriente y sus nivel de conocimiento de la realidad, porque las narrativas de respeto al Estado de derecho, democracia participativa, órganos autónomos, régimen de libertades, chocan a menudo con quienes le resuelven el día a día para comer, transportarse y trabajar, que reciben un pequeño o mediano apoyo gubernamental que antes no tenían y estímulos para estudiar, construir un pequeño negocio, tener una vivienda, el derecho a un empleo y recuperar la esperanza en este país. Incluso, la encuesta de "Mexicanos contra la Corrupción" apunta que ocho de cada diez mexicanos aprueba el desempeño del gobierno actual. Ahí es donde los agoreros del fracaso no llegaron, ni llegarán mientras sigan mirando arriba.
Y por si fuera poco, el esquema mixto impulsado por la presente administración respecto a un "gobierno de Bienestar", se anticipó a la gran conclusión del Foro Nueva Economía con la Declaración de Berlín, suscrita por docenas de académicos y líderes mundiales, entre ellos el premio Nobel, Angus Deaton; Mariana Mazzucato y Olivier Blanchard, Thomas Piketty, Isabella Weber, Branko Milanovic y muchos otros, que plantean ponerle fin al neoliberalismo como modelo económico mundial, dado que los efectos postpandémicos (de la COVID-19) seguían impactando socialmente a las naciones de occidente. Es decir, fin del llamado Consenso de Washington, que fue el impulsor del adelgazamiento del Estado, la promoción del libre comercio (competencia- calidad- consumo), los flujos de capital (sobre todo, especulativo), la desregulación, la privatización y otras medidas promercado.
La gran lección de este sexenio es que los súper-pronosticadores del apocalipsis mexicano, esos científicos que dicen predecir el futuro, fallaron en su catastrofismo respecto al sexenio que está por concluir, porque nuestro país siguió alineado a América del Norte, incluso en su comparsa de reformas a sus poderes Judiciales; mantuvimos la democracia liberal y la libertad de expresión como banderas inamovibles, se reconocieron derrotas, se retrajeron iniciativas, se evidenció el nerviosismo por el voto de castigo -en la Ciudad de México, por ejemplo- y se dieron garantías para la inversión, tanto así que los diez más ricos de México triplicaron sus ganancias y los inversionistas mexicanos son cada vez más activos, como nunca desde hace varios sexenios. Somos la segunda economía más grande de América Latina, el principal socio de Estados Unidos y el país que más tratados comerciales tiene activos, ratificados y en vías de ampliación.
Claro, nadie puede desmentir a los apocalípticos donde tienen razón, en cuanto a la debilidad del Estado frente al crimen organizado en casi todos los rincones del país. El efecto del Mayo Zambada en Sinaloa para la 4T es tanto como el García Luna del PAN; las narrativas oficiales fracasaron en cuanto a la transformación en salud y educación pública, medio ambiente, investigación científica, conectividad, desarrollo de infraestructura más equilibrado regionalmente e impartición de justicia, entre otros que deben ponerse atención en el equipo entrante para corregir.
A lo largo de los procesos de cambio de gobierno presidencial vienen las evaluaciones del que se va y las predicciones sobre quien viene. Como ciudadanos de pie, nos queda apelar a la serenidad, a realizar el análisis político partiendo desde el sentimiento popular, porque es ahí donde se observan y viven las realidades más que las percepciones de quienes buscan dictarnos realidades según les fue en la feria. Por cierto,
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+ Parlamento Permanente Metropolitano, va... Más de 64 organizaciones del movimiento urbano popular, académicos y ciudadanos que promueven una instancia netamente de debate y propuesta popular de políticas públicas e iniciativas de ley tuvieron su primera reunión plenaria abordando trs temas fundamentales: la política de suelo en la CDMX, las nuevas políticas de vivienda federal y local y un plan de movilización. Darán de qué hablar.
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