Transcripción:
La próxima semana dará a conocer su estrategia de seguridad, que priorizará la inteligencia.
A las 12:00 del mediodía, el Zócalo de la Ciudad de México se convertía en un mar de rostros expectantes. Estaba colmado. Miles de personas aguardaban el momento histórico de ver a la primera presidenta de México.
En su discurso tras rendir protesta y recibir la banda presidencial en el Palacio Legislativo de San Lázaro, la presidenta Claudia Sheinbaum enlistó los diez principios que regirán durante su sexenio:
Primero, los pobres. No puede haber gobierno rico con pueblo pobre.
Las y los gobernantes debemos ser honrados y honestos.
Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Prohibido prohibir. La libertad es esencia de la democracia.
El desarrollo con el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales.
La espera fue realidad a las 04:11 de la tarde del 1 de octubre de 2024. Claudia Sheinbaum Pardo, con su banda presidencial resplandeciendo sobre su pecho, subió al templete blanco erigido en el centro de aquel emblemático lugar. En ese instante, habían pasado 16 horas y once minutos como presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
En las pupilas de los miles de asistentes, que se reunieron en la sagrada sede de lo que un día fue el poderoso imperio mexica, se reflejaba la esencia misma de un momento trascendental. El viento, que manaba un ligero tufo a tierra mojada, mecía la Bandera Nacional, mientras un ceremonial ancestral se desplegaba ante sus ojos.
Un grupo de 114 mujeres de las 70 regiones indígenas y afromexicanas, vestidas con trajes brillantes de hermoso colorido, agitó sus varas de milpa al son de la caracola que resonaba con eco profundo y ancestral.
El incienso humeante de tres copales perfumaba el aire, añadiendo un aura casi mística al movimiento pausado de las ramas de los árboles que rodeaban a Sheinbaum. La presidenta lucía un vestido nacarado adornado con flores. El clímax del ritual llegó cuando Virginia Flores, la gobernadora tradicional de Huautla de Jiménez, le entregó el bastón de mando.
El ceremonial, cargado de solemnidad y significado, capturó la atención de todos los presentes: secretarios de Estado, gobernadores, legisladores de Morena y los grupos de petroleros, ferrocarrileros -con todo y sus cuatro bocinas de una locomotora original, que funciona con oxígeno-, maestros, empleados públicos de estados como Nayarit, Michoacán, Aguascalientes y Veracruz, que llegaron al Zócalo por miles en decenas de autobuses, tuvieron toda la atención y solemnidad de parte de la presidenta.
Sheinbaum, con el corazón abierto y los ojos a medio cerrar, como meditando, escuchó atentamente a las mujeres indígenas que le hablaban en sus lenguas nativas y en español, llamándola “Hermanita Claudia” con un real afecto hacia la primera presidenta de México.
Con cada invocación a los cuatro rumbos del universo, un nuevo régimen político comenzó a gestarse, uno que busca ser diferente a aquel que había dominado México en los primeros años del siglo XXI, el del neoliberalismo. Surge una clase política no nueva, sino reconvertida, compuesta por mujeres y hombres que provienen del menguante PRI y PAN, del extinto PRD y del morenismo, que comienzan a escribir su propia historia.
Después de aquel místico suceso entonado con una ofrenda de flores y frutas dejadas en el piso del templete blanco, la presidenta hizo públicos sus 100 compromisos. La lista con algunos pormenores fue larga. Evocó más de una vez al expresidente Andrés Manuel López Obrador, que fue objeto de porras de los miles de asistentes.
Mientras Sheinbaum enumeraba lo que tiene propuesto hacer durante su mandato —como apoyar en todo a las mujeres; hacer una reforma electoral; seguir con los planes sociales; construir líneas de trenes e incluso más cablebuses para la Ciudad de México—, José Ramón López Beltrán y su esposa, Carolina Adamas, llegaron al sitio de invitados. Su arribo, tarde, generó desorden entre los invitados especiales, que no perdieron la oportunidad de pararse de sus lugares para ir a saludar y de paso tomarse una selfie con el hijo del expresidente.
Claudia Sheinbaum Pardo, la primera presidenta de México, terminó su primer mensaje al pueblo de México diciendo: “Me comprometo con ustedes a no mentir, a no robar y a nunca traicionar al pueblo de México, me comprometo a seguir haciendo historia. ¡Que viva la Cuarta Transformación! ¡Que viva México!”.
Entonces, los rostros expectantes de miles de personas, ya cansados, lanzaron un alarido: ¡Presidenta-Presidenta-Presidenta!