Resumen:
Aunque la capital de la República es una de las ciudades mejor conectadas del país, por lo que el flujo de la información tendría que ser más rápido que en otros lugares, las actas de la elección local no pudieron computarse con la celeridad que se había prometido.
Transcripción:
Aunque la capital de la República es una de las ciudades mejor conectadas del país, por lo que el flujo de la información tendría que ser más rápido que en otros lugares, las actas de la elección local no pudieron computarse con la celeridad que se había prometido.
A más de cinco horas del cierre de casillas, el PREP local permanecía caído, con un letrero en el sitio del Instituto Electoral de la CDMX que lo alberga, señalando que estaba en mantenimiento, por lo que las suspicacias empezaron a crecer.
A más de uno le vino a la mente el proceso electoral de 1988, cuando, misteriosamente, se cayó el sistema de cómputo de votos de Manuel Bartlett, justo cuando los números ponían arriba al candidato opositor, Cuauhtémoc Cárdenas, sobre el priista Carlos Salinas de Gortari.
En esa ocasión, tras varias horas caído, al regresar el sistema los números habían dado la vuelta y entonces apareció el oficialista Salinas de Gortari en primer lugar y ahí se quedó; se consideró el mayor fraude electoral en las historia del país.
No es que en la CDMX las autoridades hayan hecho necesariamente fraude, por supuesto, pero ante la disparidad de resultados que cada partido tiene en su poder, y las declaraciones triunfalistas de sus dirigentes, la suspicacia se hizo presente.
Sobre todo después de un proceso plagado de irregularidades y de la descarada operación de Estado contra la oposición, que incluyó el uso faccioso de la Fiscalía General de Justicia de la capital, y la descarada intromisión del jefe de Gobierno sustituto, Martí Batres.
Si de por sí se preveía que estas elecciones podrían terminar en tribunales, las fallas de la autoridad electoral le pondrán un elemento adicional a la batalla, lo que será perjudicial, no sólo para los perdedores, sino también para los ganadores, pues carecerán de la legitimidad necesaria.
Y si a eso se agrega que el INE pospuso varias veces su informe sobre los conteos rápidos que prometió, primero, dar a las 22:00 horas; después anunció que a las 22:30 horas; luego, a las 23:00 y así sucesivamente.
Pasó mucho tiempo entre las declaraciones que los dirigentes de todos los partidos hicieron, en las que se proclamaron vencedores con sus propios números, y la versión oficial del INE que no llegaba, lo que convirtió los conteos rápidos en conteos lentos.
Eso despertó, al menos, la suspicacia en más de uno, que incluso insinuó irresponsablemente que se estaban escondiendo los votos en el INE, lo cual puede abonar a las protestas de quienes se sientan afectados por los resultados.
Porque habrá que esperar a que se desahoguen las irregularidades documentadas por partidos, candidatos y por los propios ciudadanos, sobre todo en los casos donde los resultados sean muy cerrados y puedan impugnarse.
El asunto reviste gravedad, pues la ciudadanía se mostró entusiasmada y fallas tan relevantes como las que presentó el PREP capitalino, aunada a la tardanza del INE, pueden abonar en la falta de credibilidad en los árbitros electorales, de por sí acusados de pitar para el partido oficial.
Esto no se acaba hasta que se acaba.
CENTAVITOS
Si bien la de ayer fue una elección muy concurrida, de ninguna manera estuvo exenta de chicanadas, sobre todo del partido oficial, que no solamente recibió a lo peor del PRD y del PRI en sus filas, sino que también los adoptó con todo y mañas. Y es que ningún pudor mostraron los morenistas al hacer lo que durante años les hizo el PRI a ellos: echarles la aplanadora del Estado para aplastarlos.