La educación media superior, sin perfil pedagógico propio


Resumen:

La educación media superior en México, con una matrícula de 5.5 millones de alumnos, carece de un perfil pedagógico propio. No se acaba de entender si es parte del nivel básico o del superior. Padece un desajuste que se traduce en directrices muy ambiguas, contradictorias y algunas veces claramente perniciosas, analizan especialistas, y afirman: es un no lugar educativo.

Transcripción:

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Esas son las dos formas en las que se concibe, lo que le quita el carácter de un ciclo con personalidad propia; por eso es un no lugar educativo.

Hugo Aboites reflexiona sobre otro de los efectos devastadores que ha enfrentado el nivel de educación media superior: la aplicación de un examen único de ingreso a través de la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior, en la zona metropolitana del valle de México, donde se concentra la mayor demanda de ingreso.

La desaparición de este examen es afortunada, pero admite que, tras 28 años de existencia, causó un daño catastrófico a cientos de miles de jóvenes que sufrieron la imposición del plantel en el que tenían que estar, lo que dio como resultado una deserción muy importante.

Señala que el bachillerato ha enfrentado una constante ambigüedad, ya que se le trata como el ingreso inmediato al mercado de trabajo y, de repente, como si fuera un escalón para la educación superior. El resultado de todo esto es que no tiene un perfil propio, una vocación clara sobre lo que se espera y lo que debe ocurrir con los jóvenes en estos años antes de entrar a la carrera profesional.

Más que escuela, espacio carcelario

Mariana Corona, estudiante de tercer semestre de la preparatoria oficial número 74, relata que a su escuela la conocen como la cárcel, pues es tan pequeña que no tiene áreas verdes; son puros salones. Además, tiene diversas deficiencias en infraestructura y los profesores son arrogantes; aunque algunos sí saben, terminan recomendando tomar cursos por fuera si es que queremos hacer exámenes para la universidad, es como si supieran que lo que nos enseñan no es suficiente para esas pruebas.

Otra estudiante dice que sus profesores se preocupan más por las normas y el cumplimiento del reglamento escolar que por dar buenas clases, ya que “se fijan más en que el uniforme esté completo, en los cortes de cabello, que no te lo pintes, que no lleves piercing, ni maquillaje, ni uñas pintadas; es como si siguiéramos en la secundaria”.

Sylvia Ortega destaca que desde hace más de una década se impulsó la transformación de este nivel educativo en el que, reconoce, se mantiene una organización administrativa y pedagógica insular con múltiples subsistemas que cuentan con planes de estudios y orientaciones vocacionales distintas.

A esta complejidad, apunta la experta, se suma el efecto pospandemia. El cierre prolongado de los planteles por más de dos ciclos escolares generó una ruptura de los procesos identitarios y de socialización, pero también hubo un notable deterioro de la calidad de los aprendizajes. Sabemos que hay una baja relevancia de lo que se aprende, y en la percepción de los propios estudiantes, lo que se enseña no es importante.

Reconoce también que a estas nuevas generaciones de jóvenes los entendemos muy poco, pese a que estamos ante la cantidad históricamente más grande de adolescentes y jóvenes que ha tenido el país, a quienes no les estamos dando oportunidades para insertarse en el mercado laboral. Ejemplo de ello es la experiencia de Eduardo Fonseca, estudiante de quinto semestre del Colegio Bachilleres número 10, quien considera que, si bien sus clases de gastronomía son buenas, no se sentirá preparado para el mundo laboral si no logra ingresar a la universidad, como es su deseo.

Diana Arizmendi, quien cursa el quinto semestre en el Centro de Estudios Tecnológicos Industrial y de Servicios número 153, tiene otra perspectiva. Considera que su formación en la carrera de técnica en administración de recursos humanos tal vez le daría oportunidades en el mundo laboral, pero aclara que eso sería posible porque su formación es más teórica que práctica.

Sin embargo, reconoce que no eligió esa escuela porque quisiera cursar esta formación técnica. Le tocó ese plantel por no alcanzar el puntaje para quedarse en su primera opción en el examen de asignación al bachillerato.

Infraestructura

Otro de los desafíos persistentes en la mayoría de las escuelas de media superior son las carencias de infraestructura y equipamiento. Al respecto, el profesor Abraham Mendieta, del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) de Tlaxcala, especialista en máquinas y herramientas, señala que el mantenimiento de los equipos debe hacerlo un encargado especial de talleres, pero somos los docentes quienes lo realizamos, porque si no, las máquinas no funcionarían y no podríamos dar clases.

Comenta que, recientemente, se dio servicio a su área, pero fue un engaño, ya que a los tornos se les puso Resistol 5000 para su arreglo, lo cual puede generar un accidente al no resistir ni cumplir con las garantías de seguridad.

La profesora María del Carmen Pérez, adscrita a un Conalep en la Ciudad de México, destaca que la infraestructura es deficiente, al grado de que en el taller de electrosoldadura debe poner a los alumnos a soldar las bancas rotas, como si los pusieran a practicar y a la vez solucionar el problema del mobiliario de su escuela, en lugar de comprar nuevos pupitres.