Transcripción:
No quiere que se formen nuevos cacicazgos en los territorios.
Lo primero que Claudia Sheinbaum hizo al llegar en 2018 a la Jefatura de Gobierno fue advertir a sus diputados y alcaldes que no quería la formación de tribus, como ocurría en el PRD, y que estaría muy pendiente de que nadie se saliera del huacal.
Todos prometieron hacer caso, pero, así como la advertencia les entró por un oído, les salió por el otro; lo primero que hicieron fue justamente armar grupos internos para disputar los espacios de poder y dinero.
Fue tal la revuelta interna, que Claudia no pudo con el flamante Congreso local, donde, incluso sus propios legisladores le bloqueaban iniciativas.
Jamás pudo consolidar a Ernestina Godoy como lideresa de la bancada guinda, al grado que le tuvo que buscar salida como fiscal de la capital, a pesar de que no reunía los requisitos legales para el cargo.
Ese primer trienio marcó su gobierno, pues las tribus no le debían nada a ella y no tenían por qué obedecerla; cada grupo respondía a su respectivo liderazgo, incrustado en el partido o, incluso, en Palacio Nacional.
Quizá por ello en las recientes elecciones, a la hora de definir candidaturas por la CDMX, sobre a alcaldes, Sheinbaum desarmó a los cacicazgos —excepto al de Julio César El Nenuco Moreno en Venustiano Carranza—, y los despojó de sus territorios de tantos años.
Los ejemplos más claros son Francisco Chíguil, en GAM; Armando Quintero, en Iztacalco; Jose Carlos Acosta, en Xochimilco; la propia Clara Brugada, en Iztapalapa, y Ricardo Monreal, en Cuauhtémoc.
A los primeros, Claudia les impidió que dejaran a sus alfiles como alcaldes, mientras que en Cuauhtémoc, aunque a Monreal le concedió la candidatura para su hija Catalina, al final las fuerzas radicales morenistas operaron para que no ganara.
Chíguil quería heredar el cargo a su esposa en GAM; le impusieron a Janecarlo Lozano. En Iztacalco, Quintero quería dejar a su cuñado; le metieron a Lourdes Paz. En Xochimilco, Acosta tenía candidata; le impusieron a Circe Camacho.
Bueno, incluso en Iztapalapa Clara ya veía a Martha Ávila como su sucesora, y le impusieron a Aleida Alavez.
Pero eso no fue todo, para cerrar con broche de oro, Sheinbaum decidió acabar con la reelección de diputados, senadores y alcaldes, además de los espacios plurinominales; no quiere que se formen nuevos cacicazgos en los territorios.
Como consolación, a los legisladores les dará chance de reelegirse por última vez en 2027, pero para 2030 nadie repetirá en ningún cargo de elección popular. La idea es erradicar a las tribus, sobre todo en su partido, para evitar que secuestren las decisiones de gobierno.
Por eso, en el lugar de los viejos líderes, impulsó a gobernantes sin fuerza suficiente para que se le puedan oponer, como los mismos Janecarlo, Circe o Paz, por ejemplo, que serán controlados fácilmente.
La estrategia le resultó, pues sometió a los caciques y no sólo ganó, sino que arrasó en las urnas.
CENTAVITOS
Quién iba a decir que la transición en el gobierno capitalino, entre quien sale y quien llega, no tan sólo iba a ser tersa, sino que además derramaría miel. Resulta que Alejandro Encinas —que otra vez cae de pie, como siempre— fue designado por Brugada para representarla, y Martí Batres nombró a Ricardo Ruiz como su negociador para planchar la entrega. Ruiz ha sido toda la vida el muchacho de Encinas, quien incluso en 2018 le dejó su curul en Donceles antes de irse a Gobernación con López Obrador. Si no hay beso, al menos habrá amplia caravana de Ricardito al patrón.