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CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- El festejo de Clara Brugada tras asumir la jefatura de gobierno de la Ciudad de México fue un tropezado por un carnaval que la obligó a esforzarse más de lo que podía con los problemas de cadera que sufre desde hace meses, tras una operación, como ella misma lo ha hecho público.
Desde la mañana que llegó al Congreso de la Ciudad de México a la toma de protesta oficial, la morenista dejó el bastón que usa desde hace meses, pero siempre caminó apoyada por, al menos una persona, y con dos, cuando subía escalones.Noticias RelacionadasClara Brugada promete defender el legado de AMLO y Sheinbaum en la CDMXClara Brugada es recibida con porras previo a su toma de protesta como jefa de Gobierno de la CDMXArriban invitados a la toma de protesta de Clara Brugada como jefa de Gobierno (Videos)
Cuando llegó al Teatro Metropólitan, no subió las escaleras principales, sino que entró por una puerta más cercana al escenario y subió auxiliada por un bombero.
Sin embargo, lo más rudo fue cuando la funcionaria de 62 años se abrió paso entre zanqueros, batucadas, tamboras, invitados especiales y personal de seguridad y subió a un carrito de golf en la esquina de la calle 5 de Mayo y el Eje Central.
Así, un gran arco adornado con flores, al estilo de las fiestas de Iztapalapa, anunciaba el inicio del recorrido de la "Caravana por la Ciudad de la Transformación".
Debido al problema de su cadera, -ella misma contó antes de iniciar su campaña electoral, que se sometió a una operación en el Instituto Nacional de Rehabilitación-, fue dispuesto el vehículo para recorrer las nueve cuadras o 950 metros que la llevarían al Zócalo capitalino, justo frente al Antiguo Palacio del Ayuntamiento.
La exalcaldesa de Iztapalapa subió del lado del copiloto y todo el tiempo fue parada. Atrás, sentadas, iban varias de las integrantes de su gabinete y quienes la arroparon en su campaña, entre ellas, Citlali Hernández. Aunque el vehículo iba lento, todo el tiempo Brugada fue agarrada del brazo del conductor tratando de no perder el equilibrio y dificultándole a éste el manejo.
Debido al tropezado avance, entre la gente que se le acercaba y los fotógrafos y camarógrafos que la seguían, uno incluso se cayó frente al vehículo, la exjefa delegacional en Iztapalapa en varios momentos perdió el control unos segundos y se hacía para atrás y para adelante. Su rostro denotaba dolor.
A ello, se le sumó el esfuerzo que hacía por ir saludando, cual estrella de cine, y mandando besos a las cientos de personas que se concentraron a la lo largo de la calle y que le lanzaba porras, alzaba sus cartulinas con frases de apoyo y rogaba por una flor de las que los organizadores llevaban en canastas de mimbre y aventaban de un lado a otro.
La música de batucada o de banda sonaba tan fuerte que chocaba con las porras de "¡Es un honor estar con Clara hoy!".
Por un momento, se perdió de vista el camino cuando cañones lanzaron miles de papeles multicolor. Lo que no pasó desapercibido fueron los gritos de un hombre que no compartía el festejo: "¡Clara Brugada, vete a la chingada!". Otra mujer, comerciante de la zona, molesta, le soltó: "¡Ya no nos cierren, dejen trabajar!".
Cuando Clara Brugada llegó al Zócalo, a donde ya la esperaba un tapete de polvo de colores en el piso, bajó con dificultad con la ayuda de personal de seguridad para ir a paso lento, ahora sí, ya apoyada con su bastón.
El programa incluyó que subiera al menos cuatro escalones de un templete, lo que hizo agarrada del barandal y apoyando su mano en la rodilla.
Ya arriba, Clara Brugada fue rodeada por mujeres de distintos pueblos originarios de la Ciudad de México que le pusieron una corona de flores, le vistieron una blusa bordada y le colocaron una falda con una cintilla tejida, vestimenta tradicional de los pueblos originarios.
En medio del copal, el incienso y el agua bendita, las mujeres indígenas también le dieron un cirio encendido y, por último, el bastón de mando que significa el reconocimiento como gobernante que velará por los usos y costumbres de los pueblos originarios.
Ahí, el rosto de la morenista ya se veía con sonrisa forzada y gotas de sudor. Tres actos multitudinarios en el día parecían demasiados, luego de tener muchos días sin actividades públicas.
De acuerdo con lo anunciado, en el templete Brugada daría un mensaje a los cientos de personas que llegaron al Zócalo para darle la bienvenida y celebrar con ella su nuevo cargo, tras las elecciones del pasado 2 de junio. Sin embargo, la morenista ya no habló.
Fue una de sus asistentes quien explicó que con ese acto acababa la celebración y que la jefa de gobierno se retiraría a su nueva oficina para seguir con los trámites de recepción del cargo. Entonces, otra vez con dificultad, bajó los escalones y entró al Ayuntamiento, a donde ya no tuvo acceso la prensa.